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By Toni Alegre, jugador de balonmano en la liga Asobal como extremo izquierdo en el primer equipo del CB Puerto Sagunto . 

Es curioso a veces cómo uno descubre su pasión. Y cómo después, con esfuerzo y disciplina, uno la puede convertir en su profesión. En mi caso, todo empezó a los once años en Sagunto, Valencia. Cursaba sexto de primaria cuando en mi colegio, el CEIP José Romeu, se creó el equipo de balonmano. Con los amigos, nos fuimos animando unos a otros hasta que nos apuntamos con el objetivo de pasar más tiempo juntos.

Y así, sin más, un día el profesor de preparación física me propuso prepararme para las pruebas del Centro de Tecnificación Deportiva de Cheste, un centro de alto rendimiento para deportistas de élite. Me pareció buena idea, así que las preparamos y las superé. Y así, de repente, empezaba una nueva etapa en mi vida.

Balonmano en Cheste

En ese momento, con tan sólo 13 años, lo viví con alegría y miedo a la vez. Por un lado, estaba muy contento por haber sido seleccionado y tener la oportunidad de mejorar en el balonmano, pero, por otro lado, era la primera vez que me separaba de mis padres durante tanto tiempo y esto me daba un poco de miedo.

Recuerdo los primeros meses de estar interno en el centro como los más duros. Pero poco a poco, me fui adaptando a la nueva rutina y fui conociendo a otros jugadores. Con el paso del tiempo, fui forjando amistades que aún a día de hoy conservo y así, rodeado de amigos, era más fácil volver tras el fin de semana.

«Al final de cada semana

habíamos acumulado

ocho entrenamientos

de balonmano»

De los 13 a los 17 años me acostumbré a una rutina un tanto distinta a la de los niños de mi edad. Lo primero que hacíamos cada día, tras desayunar, era entrenar durante una hora y media. Tras el entrenamiento de la mañana, sólo teníamos 30 minutos para ducharnos, cambiarnos e ir a clase. Por la tarde, después del colegio, teníamos dos horas obligadas de estudio con un pequeño descanso de por medio. Tras el estudio, volvíamos a entrenar durante otra hora y media. Después cenábamos, teníamos un poco de tiempo libre y nos íbamos a dormir. Y así, día tras día.

Al final de cada semana habíamos acumulado ocho entrenamientos. Siete de los cuales los hacíamos en Cheste y uno con nuestro club, en mi caso en el Puerto Sagunto. Además de los dos entrenamientos diarios, cada fin de semana teníamos un partido, así que el número de horas que pasábamos cada semana en la pista ascendía a las diecisiete horas aproximadamente, desde los 13 hasta los 17 años.

Deportivamente pienso que fueron de los años más importantes de mi vida. En esa época aprendí lo que era realmente el balonmano, ya que antes de Cheste poco había jugado y escasos eran mis conocimientos sobre este deporte. Aprendí mucha táctica y mucha técnica individual de la mano de Marc Madruga, quien dirigía en ese momento los planes de tecnificación y quien dirige actualmente el área técnica de Bewolfish.

«El número de horas que pasábamos

cada semana en la pista

ascendía a las diecisiete horas»

Recuerdo especialmente la capacidad de visión de juego que desarrollé. Era un niño bajito para jugar a balonmano, por lo que me tocó ser un poco más pillo que los demás. Un aprendizaje que me es muy útil aún a día de hoy. Además de las capacidades técnicas y tácticas, en esa etapa de mi vida adquirí unos hábitos muy distintos a los de mis amigos de toda la vida. En Cheste maduré como persona y como jugador. Siendo sólo un niño, adquirí hábitos de adulto. Con 13 años adquirimos responsabilidad y disciplina, valores que han marcado mi carrera deportiva.

Alegre, balonmano

En Cheste, los estudios eran tan o incluso más importantes que el deporte. Si no lo aprobabas todo, al año siguiente no podías seguir. Por lo que uno de los hábitos que más desarrollé, fue la capacidad por compaginar estudios y deporte. En nuestro día a día teníamos ciertas horas obligatorias designadas a estudiar y otras a entrenar, por lo que la responsabilidad la acabas incorporando en tu rutina. Gracias a ello, me fue más fácil adquirir y cumplir el compromiso que requiere estar en un equipo de balonmano durante la etapa juvenil. Por mi experiencia, con claridad de mete y una buena organización diaria, es factible compaginar estudios y deporte durante esos años tan importantes a nivel deportivo y académico.

«Aprendí mucha táctica

y mucha técnica individual

de la mano de Marc Madruga»

De mis cuatro años en Cheste me quedo con recuerdos muy bonitos. Para mí, lo mejor de haber estado allí es haber conocido a gente maravillosa con la que aún a día de hoy seguimos en contacto. Pero no todo fue positivo. Mirando atrás, diría que viví dos malos momentos en Cheste. Uno fue la despedida de un entrenador al que le cogimos mucho cariño, ya que al ser nuestro primer entrenador nos marcó mucho. El otro fue cuando esta etapa llegó a su fin, es decir, el día en que me tocó despedirme de todos los amigos y compañeros con los que había convivido durante cuatro años.

Personalmente creo que la experiencia vivida en Cheste fue muy bonita y muy útil. Todo el sacrificio y esfuerzo empleado en esos años han tenido su recompensa. Gracias a la responsabilidad y la profesionalidad que adquirí durante esos años, y gracias a la disciplina y esfuerzo que he mantenido a lo largo de mi carrera deportiva, finalmente he podido convertir mi sueño en realidad.

«No hay sueños imposibles

que con esfuerzo y disciplina

no se puedan conseguir»

Con paciencia y mucho trabajo, me entrené año tras año viendo como el primer equipo del club de mi ciudad, el Puerto Sagunto, iba subiendo de categoría hasta llegar a Asobal. Y me entrené año tras año hasta conseguir llegar al primer equipo y debutar en la máxima liga española, pudiendo convertir mi pasión en profesión. Y así seguiré trabajando día tras día para seguir disfrutando de este deporte y seguir progresando como deportista. No hay sueños imposibles que con esfuerzo y disciplina no se puedan conseguir.

Alegre, jugador de balonmano